No + AFP: Mitos y realidades
Ph.D, Vicerrector Económico, Universidad de Chile
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Enrique Manzur
En un mes el tema previsional ha copado la agenda pública desplazando incluso al debate educacional. Quienes rechazan el actual sistema critican el bajo monto de las pensiones generadas y culpan de ello a las AFP, a las que además acusan de cobros excesivos, de lucrar con sus fondos y de favorecer a la banca y las grandes empresas.
Este juicio negativo no se basa en un análisis objetivo del sistema y de la información disponible, sino más bien de una respuesta emocional a un hecho evidente: las pensiones que en promedio reciben los chilenos son bajas. Por ello, resulta muy difícil contrarrestar estas creencias basadas en sentimientos, valores y emociones con argumentos técnicos, se trata de planos diferentes.
Así, para los críticos resulta más fácil y atractivo focalizar las culpas en las Administradoras que reconocer que el problema está fundamentalmente en el mercado del trabajo y en la propia conducta de los afiliados.
En un sistema de capitalización individual las pensiones dependen fundamentalmente de los aportes realizados y la rentabilidad obtenida. Los aportes, a su vez, dependen de la vida laboral de cada trabajador, es decir, el monto y evolución de sus ingresos, los años de cotización y si efectivamente cotizó por todos los ingresos percibidos.
Los estudios muestran que más del 50% de quienes se pensionaron durante el 2015 cotizó menos de 15 años y solo el 16% cotizó por 30 o más años. A esto se suma que muchos trabajadores subcotizan, ya sea con la complicidad de su empleador o por que trabajan por cuenta propia y prefieren privilegiar el consumo presente por sobre el ahorro para su vejez. Adicionalmente, los trabajadores no se involucran en la administración de sus cuentas, de hecho alrededor de un 43% declara no saber cuál es el saldo en su cuenta, el 64% cree que esos recursos no les pertenecen y solo el 11% declara conocer la comisión que paga.
En cuanto a la rentabilidad, el resultado de las AFP ha sido más que satisfactorio, logrando sobre el 8% real anual desde el inicio del sistema y sobre el 5% en los últimos 15 años. Si a todo lo anterior le agregamos que de acuerdo al INE el sueldo mensual promedio en el país es de $500 mil y que el 50% de los trabajadores gana menos de $340 mil mensuales, no resulta sorprendente que la pensión promedio sea de $200 mil mensuales.
En este contexto, la idea de volver a un sistema de reparto resulta atractiva, sin embargo su implementación es inviable ya que significaría que el Estado tendría que aportar al menos US$15 mil millones por año y de forma creciente para compensar el hecho que el porcentaje de jubilados será cada vez mayor. El peso de esta evidencia llevó a la Presidenta, en un gesto de responsabilidad política, a declarar que “nunca vamos a poder volver a un sistema de reparto”.
Por lo tanto, el verdadero desafío es fomentar el crecimiento para crear más y mejores empleos, asegurar que toda persona que trabaje cotice por el total de sus ingresos, aumentar la tasa de cotización, incrementar la edad de jubilación a medida que se eleva la expectativa de vida, involucrar más a los cotizantes y fortalecer el pilar solidario.